Cuando Dios creó el amor, comenzó con una talla grande. Un ángel se le acercó y le dijo: "¿Qué clase de amor es ese? ¿Si estás haciendo niños tan cerca del suelo, por qué pones el amor tan arriba? No se podrá amar sin acariciar, o consolar a una mujer en tristeza, o besar a un niño cuando nace."
Dios sonrió y dijo: "Sí, pero si hago el amor del tamaño de un niño,¡Quién quiera amar, que crezca, que madure, que lo alcance!"
Y cuando Dios hizo las manos para amar y acariciar, éstas eran grandes. El ángel agitó su cabeza y dijo: "Las manos grandes no pueden sujetar un pañal, abrochar botones pequeños, poner un curita, o quitar astillas a causa de jugar con un bate de béisbol."
De nuevo Dios sonrió y dijo: "Lo sé, pero son lo suficientemente grandes para sostener todo lo que un muchacho pequeño vacía de sus bolsillos, y todavía bastante pequeñas para acariciar y amar la cara de una mujer, con una sola de ellas."
Entonces Dios amoldó labios largos y delgados, y un corazón ancho. "¿Te has dado cuenta que hiciste un amor y un beso sin palabras?" El ángel lo dijo susurrando.
Dios dijo: "Una mujer requiere el amor para vivir no para hablar. Un hombre necesita sus señales para que las capte, y por eso le doy ojos y oídos fuertes para que mire y escuche sus movimientos, y se pueda balancear su espíritu con su cuerpo, o demuestre su amor como una cabeza soñolienta de un pequeño recién nacido."
Cuando Dios estaba en el medio de la creación se mostraron los cuerpos más puros vistos hasta entonces, el ángel no pudo contenerse más: "Esto no es confiable. ¿Honestamente crees que esos cuerpos van a llegar rápido a la cama del bebé cuando llore en las mañanas, o correr a través de la calle para llegar a tiempo para su boda o una fiesta de cumpleaños sin tropezar a los demás?"
Y Dios dijo: "Trabajarán. Ya lo verás. Soportarán y tendrán la fuerza para amar como un niño pequeño, un paseo en bicicleta por la montaña.
Dios trabajó toda la noche, dio al hombre y la mujer, pocas palabras, pero con voces firmes para mostrar autoridad; ojos profundos que ven todo, pero con calma y tolerancia. Los dotó también de una gran sabiduría para educar a sus hijos y tomar las decisiones correctas.
Finalmente, les agregó lágrimas y sentimientos. Entonces volvió al ángel y le dijo: "¿Ahora estás satisfecho? ¡Pueden amar intensamente!... y se dicen mutuamente: Te amo... "
El ángel no dijo más.
Rafael Caraballo.
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