Aveces es bueno reflexionar y preguntarse que tan firmes están los cimientos y pilares de nuestro hogar y de nuestra familia?
Pensar en la familia es pensar en el bien de la sociedad, en su crecimiento, en su mejora, en su progreso.
El hombre le debe mucho a esta institución familiar natural que, desde que la historia tiene memoria, existe y seguirá existiendo por más que algunos pocos opinen lo contrario.
El ser humano nace en el seno de una familia y en ella crece, no solo en su desarrollo físico, sino en el afectivo, el intelectual y el espiritual.
¡Qué grande responsabilidad tienen los padres!
Dar la vida a un hijo es relativamente sencillo y placentero, pero se educa toda la vida y el camino no siempre es fácil, hay limitaciones en los padres y en los hijos y hay egoísmos que no dejan ver con claridad que es verdaderamente lo que vale.
Muchos dicen que los valores están cambiando, yo pregunto: ¿cuáles? el amor?,la fidelidad?, la unidad?, la comprensión?, la fortaleza?, la paciencia? ¿cuáles están cambiando? ¡No pueden cambiar! ¡No queremos que cambien! Un valor es la especificación de un bien, es decir, algo bueno, algo valioso, algo que permite la mejora personal y la armonía familiar. Debemos luchar para que los valores sigan siendo los de siempre y la familia el principal ámbito para desarrollarlos.
Pensar en la familia es también pensar en vínculos, relaciones, amistad, descanso.
Estamos en la era de las comunicaciones, nos encontramos conectados con todo el mundo las 24 horas del día. Lo bueno y lo malo nos llegan al mismo tiempo, sin embargo las relaciones humanas se han empobrecido, cada uno va a lo suyo; su cuarto, su televisión, su computadora, su comida, su perro…y la familia… ¿cuándo se comunica?
Aquí creo que está la grieta que hace que tantas familias se derrumben, se vengan abajo. Si los cimientos de nuestras familias no están hechos con vínculos de múltiples momentos de cotidiana relación, cualquier ventisca tira la casa abajo. Solo recordemos la historia de los tres chanchitos que muy posiblemente nos haya contado nuestra abuela o nuestra madre. El “lobo” que es el egoísmo, el individualismo, el ¡déjame vivir mi vida y tu vive la tuya! derrumba nuestras familias.
Que cada uno reflexione sobre su propia familia, no la del vecino, la mía… ¿cómo está? los lazos que nos unen son de amor?.
Es conveniente dialogar compartir amor y estar presente con todos los componentes de la familia, para que todos se sientan integrados, amados y protegidos en todo momento, para que en los momentos difíciles no los alcance: la tristeza, el dolor ni la soledad.
Una familia unida a través del amor, comprensión y con presencia activa...Se convierte en una familia feliz.
Ahora que estamos en víspera de Navidad y un nuevo año, es el mejor momento para estrechar los vínculos de amor, unidad abriendo nuevos senderos hacia la paz y felicidad de la familia.
Les deseo muchas felicidades y bendiciones en sus hogares y a sus familias, con éxitos en sus sueños y en sus metas a cumplir.
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