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sábado, 30 de mayo de 2015

SI QUIERES SABER DE MIS SENTIMIENTOS Y MIS PENSAMIENTOS... PREGUNTALE AL VIENTO CUANTO TE AMO, CUANDO ROCE TU PIEL


¿Quieres saber si te amo?¿Si me gustas, me interesas o te deseo?… 
Pregúntale al viento. 
Cuando piensas que estoy lejos… 
¡Sorpresa! una señal te envié… ¿cómo darte cuenta?...
Espera un momento, ahora te explicaré…
cuando sientes el viento en tu cara, 
que roza y te abraza, refresca y relaja, 
que tus labios desgarran y hasta tu corazón viaja…
No te preocupes, no hay gran ciencia, 
mi pensamiento ha llegado a ti.
Pregúntale al viento en dónde he estado,
en dónde me encuentro, por qué te aclamo 
o los motivos por los que te extraño.
Probablemente creas que te he olvidado, 
que sólo algo lindo pienso que ha pasado, 
que como amigo te pienso y como hombre te siento, 
que más que pensar y sentir espero sea un porvenir, 
algo especial y sincero, 
que nos una a los dos en un futuro tal vez incierto.
Pregúntale al viento si en mis sueños te veo, 
si en ellos despejo mis más profundos sentimientos, 
si en ellos añoro tus besos, palabras y abrazos, 
si en ellos quisiera calcinarme con fuego, 
perdurando el momento hasta mis más profundos recuerdos.
Pregúntale al viento desde cuando me gustas, 
desde cuando te quiero y a partir de cuando empecé a interesarme, 
al poder compartir sentimientos, poemas, deseos y sueños.
Pregúntale al viento 
¿por qué es tan lindo encontrar a alguien con quien puedes hablar como 

contigo mismo? 
Ubicando contrastes que hacen más divertido platicar. 
Pregúntale ¿por qué eres tan especial?, 
¿qué me atrajo de ti?, ¿qué es lo que espero de ti? 
Pero también ¿por qué no? ¿qué es lo que espero darte yo a ti? 
Cuando termines de hablar con él, pregúntale al viento… 
Por favor, pregúntale una cosa: ¿qué pasará mañana? 
a mi no me ha respondido, únicamente me dice que viva el 

momento, disfrute y comparta todos mis sentimientos.
Ya que no estoy a tu lado pregúntale al viento, 
todo lo que quieras saber de mí, si obtienes respuestas que bueno, 
pero si no… No te compliques… Mejor pregúntame a mí...o mejor a mi


corazón, que solo sabe de amor por ti...

viernes, 1 de mayo de 2015

SI CREES EN DIOS, EN DONDE MENOS LO IMAGINES Él, TE PUEDE SORPRENDER ...REFLEXIONES Y PENSAMIENTOS.


Éramos la única familia en el restaurante con un niño. Yo senté a Daniel en una silla para niño y me di cuenta que todos estaban tranquilos comiendo y charlando. De repente, Daniel pegó un grito con ansia y dijo, "¡Hola amigo!" Golpeando la mesa con sus gorditas manos, sus ojos estaban bien abiertos por la admiración y su boca mostraba la falta de dientes en su encía.
Con mucho regocijo él se reía y se retorcía. Yo miré alrededor, vi la razón de su regocijo.
Era un hombre andrajoso con un abrigo en su hombro; sucio, grasoso y roto. Sus pantalones eran anchos y con el cierre abierto hasta la mitad y sus dedos se asomaban a través de lo que fueron unos zapatos. Su camisa estaba sucia y su cabello no había recibido una peinilla por largo tiempo. Sus patillas eran cortas y muy poquitas y su nariz tenía tantas venitas que parecía un mapa.
Estábamos un poco lejos de él para saber si olía, pero seguro que olía mal. Sus manos comenzaron a menearse para saludar.
"Hola bebito, ¿cómo estás muchachón?" le dijo el hombre a Daniel.
Mi esposa y yo nos miramos, "¿Que hacemos?"
Daniel continuó riéndose y contestó: "Hola, hola amigo."
Todos en el restaurante nos miraron y luego miraron al pordiosero. El viejo sucio estaba incomodando a nuestro hermoso hijo. Nos trajeron nuestra comida y el hombre comenzó a hablarle a nuestro hijo como un bebe. Nadie creía que era simpático lo que el hombre estaba haciendo. Obviamente el estaba borracho.
Mi esposa y yo estábamos avergonzados. Comimos en silencio, menos Daniel que estaba súper inquieto y mostrando todo su repertorio al pordiosero, quien le contestaba con sus niñadas. Finalmente terminamos de comer y nos dirigimos hacia la puerta.
Mi esposa fue a pagar la cuenta y le dije que nos encontraríamos en el estacionamiento.
El viejo se encontraba muy cerca de la puerta de salida. "Dios mío, ayúdame a salir de aquí antes de que este loco le hable a Daniel" -dije orando, mientras caminaba cercano al hombre. Le di un poco la espalda tratando de salir sin respirar ni un poquito del aire que él pudiera estar respirando. Mientras yo hacía esto, Daniel se volvió rápidamente en dirección hacia donde estaba el viejo y puso sus brazos en posición de "cárgame."
Antes de que yo se lo impidiera, Daniel se abalanzó desde mis brazos hacia los brazos del hombre. Rápidamente el muy oloroso viejo y el joven niño consumaron su relación amorosa. Daniel en un acto de total confianza, amor y sumisión recargó su cabeza sobre el hombro del pordiosero. El hombre cerró sus ojos y pude ver lágrimas corriendo por sus mejillas. Sus viejas y maltratadas manos llenas de cicatrices, dolor y duro trabajo, suave, muy suavemente, acariciaban la espalda de Daniel.

Nunca dos seres se habían amado tan profundamente en tan poco tiempo.
Yo me detuve aterrado. El viejo hombre se meció con Daniel en sus brazos por un momento, luego abrió sus ojos y me miró directamente a los míos. Me dijo en voz fuerte y segura: "Usted cuide a este niño." De alguna manera le conteste "Así lo haré" con un inmenso nudo en mi garganta.
El separó a Daniel de su pecho, lentamente, como si tuviera un dolor. Recibí a mi niño, y el viejo hombre me dijo: "Dios le bendiga, señor. Usted me ha dado un hermoso regalo."
No pude decir más que un entrecortado: "Gracias."
Con Daniel en mis brazos, caminé rápidamente hacia el carro. Mi esposa se preguntaba por qué estaba llorando y sosteniendo a Daniel tan apretadamente, y por qué yo estaba diciendo: "Dios mío, Dios mío, perdóname." Yo acababa de presenciar el amor de Cristo a través de la inocencia de un pequeño niño que no vio pecado, que no hizo ningún juicio; un niño que vio un alma y unos padres que vieron un montón de ropa sucia.
Yo fui un cristiano ciego, cargando un niño que no lo era. Yo sentí que Dios me estuvo preguntando: "Estás dispuesto a compartir tu hijo por un momento?" Cuando El compartió a su hijo por toda la eternidad.

El viejo andrajoso, inconscientemente, me recordó: "Les aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrara en el......"
¡Dios les bendiga!